Algún día tendría que hacer un ranking con mis Dráculas favoritos pero,
seguramente, sería una tarea titánica porque, entre Bela Lugosi y Christopher
Lee, lo tendría muy complicado para elegir. Christopher Lee
es un actor que me encanta y el hecho de que siga trabajando pasados los 90
sólo confirma que es un grande como pocos quedan ya. Y, precisamente, la
película de esta entrada, The Wicker Man, es de las que han contribuido a
forjar esa imagen tan mítica que tiene.
El sargento Howie (Edward Woodward), un policía de Scotland Yard,
recibe una carta anónima en la que denuncian la desaparición de una niña.
Decidido a descubrir el paradero de la chica, se traslada hasta la remota isla
de Summerisle. A su llegada a la isla, el devoto policía se dará cuenta
de que las cosas funcionan de otra manera en ese lugar y se escandalizará al
ver como los habitantes de la isla reniegan de la fe cristiana mientras abrazan
el culto pagano auspiciado por el líder local, Lord Summerisle (Christopher
Lee).
The Wicker Man está considerada una película de culto casi
inclasificable y estoy bastante de acuerdo con esa consideración. Toca una
serie de temas controvertidos entre los que el principal es el ocultismo y la
película está plagada de dobles sentidos y paradojas. En esencia, no es más que
una variante de la contraposición bien/mal pero presentada de una manera un
tanto compleja ya que es más fácil identificarse con los antagonistas que con
el supuesto héroe.
Lo que más llama la atención de The Wicker Man es que es atmósfera pura.
Desde que el personaje de Edward Woodward pone un pie en la isla es como si
hubiéramos sido transportados a un lugar totalmente distinto a los que podamos
haber conocido hasta la fecha. Las canciones, la belleza de Britt Ekland, las ceremonias paganas…todo ello
nos embriaga de tal manera que sólo pensamos en dejarnos llevar y unirnos a la
fiesta. Enlazando con este aspecto está el hecho que comentaba más arriba sobre
que era más sencillo simpatizar con “los malos” porque son seductores y más abiertos de mente mientras que “el bueno” nos lo presentan como un cretino maleducado e
irrespetuoso con las creencias distintas a la suya. De este modo, es casi
inevitable no caer subyugado por los encantos de la isla a pesar de que somos
conscientes de que hay mucho más de lo que nos cuentan. Incluso en el momento en que entramos en el clímax
de la película, que es cuando empezamos a descubrir los secretos más ocultos de
la isla (con Macguffin incluído) nos sentimos, aún más, sí es posible,
atrapados por The Wicker Man. Somos conscientes de que lo que vemos es
censurable pero nos da igual porque seguimos
bajo el influjo del rito pagano de la isla de Summerisle.
Christopher Lee está enorme y nos
ofrece una de sus mejores interpretaciones, no en vano, él mismo dice que The
Wicker Man es una de sus películas favoritas, aunque, a nivel global, quienes más
llaman la atención son las mujeres del reparto. Los personajes femeninos de esta película, entre los que destacan los
papeles de Britt Ekland, Ingrid Pitt y Diane Cilento, son la viva imagen de lo
que sugiere la isla. Son atractivas, seductoras y encantadoras pero esa
apariencia tan agradable no evita que nos demos cuenta de que tienen un lado
oscuro. Como claro ejemplo de lo que son capaces las mujeres de The Wicker Man destaca el sensual baile que Britt Ekland le dedica a Edward Woodward.
Creo que The Wicker Man es una gran película a la que el tiempo, poco a
poco, va haciendo justicia. Hay varias versiones de la película e, incluso,
recientemente se ha descubierto una más y todo esto, lo único que consigue, es
darle un halo de misticismo a una película que, ya de por sí, tiene bastante de
eso. Recomendable por completo.
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