Son muchas las novelas que han sido adaptadas en los más de 100 años de
historia del cine y es evidente que vamos a seguir encontrando muchas más
que den el salto al cine en los próximos años. Creo que a ninguno nos cabe la
menor duda de que el idilio cine-literatura tiene para largo y más cuando los
principales productores de películas saben que tienen un filón en las sagas literarias más
exitosas. La última en sumarse a esta larga lista es El Corredor del Laberinto.
Thomas (Dylan O’Brien) se despierta en un ascensor en movimiento sin
comprender que pasa. De repente, el ascensor se para, se abren sus puertas y un
grupo de chicos le rodean. Está en el Claro y todos los chicos que están allí
llegaron de la misma manera que él, sin recordar nada de su pasado. Desde el
principio, Thomas se siente fascinado por el laberinto, un lugar que está más
allá del muro que les rodea. Las puertas del laberinto se abren cada mañana,
momento que aprovechan algunos de los chicos, los corredores, para explorarlo.
Pero los corredores deben asegurarse de volver antes de que caiga la noche sino
las puertas se cerrarán y ellos quedarán a merced de unas temibles criaturas
llamados los lacerados.
El Corredor del Laberinto es otra de las, cada vez más abundantes,
distopías que se pasean por las carteleras.
Por si alguno os lo preguntáis,
una distopía es un futuro imaginario totalmente indeseable en el que la sociedad
vive dominada por un régimen totalitario, corrupto o similar. Algunas de las
distopías cinematográficas más famosas son V de Vendetta, Hijos de los Hombres
o la saga de Los Juegos del Hambre y, precisamente, hay quien relaciona El
Corredor del Laberinto con la saga protagonizada por Jennifer Lawrence.
De entrada, los paralelismos que se han querido establecer entre Los Juegos
del Hambre y El Corredor del Laberinto existen pero son meramente
circunstanciales. Es cierto que comparten una esencia similar, por la temática
y por el público al que van dirigidas ambas sagas, pero, si nos ponemos
exquisitos, ese mismo paralelismo podríamos establecerlo con otra saga recién
iniciada, la de Divergente, y con cualquier otra película de características
similares. Pero en lo que sí se puede parecer esta película a la saga de Los
Juegos del Hambre es en que el producto resultante es superior a la media. No
quiero decir que El Corredor del Laberinto sea una maravilla pero, al menos, se
ve que sus creadores han querido ir más allá y nos ofrecen una película
entretenida, coherente y alejada de los típicos clichés del cine para
adolescentes.
Personalmente, agradezco enormemente que se hayan dejado a un lado los
estereotipos habituales en el cine juvenil porque es lo que más me espanta de
este tipo de películas. Gracias a ello, los personajes resultan mucho más
interesantes, no son planos y resultan creíbles. Además, el acento se pone en
el desarrollo de la trama y se evitan los habituales romances forzados por lo
que el espectador puede concentrarse en lo que realmente importa: el misterio
que hay detrás. Y, la verdad, todo esto funciona muy bien durante la primera
mitad de la película pero a medida que se van desvelando los secretos del
laberinto, la tensión va decayendo y la película se limita a sentar las bases
para lo que será la segunda parte de la saga. Siendo este el principal pero que
tiene la película, en general, pesan más las virtudes por lo que la conclusión
final es bastante positiva.
Si os gustan las películas de ciencia-ficción que muestran un futuro en el
que daría pavor vivir y las historias repletas de acción y misterio, esta es
vuestra película. No está a la altura de la mayoría de películas distópicas
adultas pero el entretenimiento está garantizado y, al menos, te crea el suficiente interés como para que tengas ganas de ver la segunda parte.
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