Seguimos en plena temporada de premios y este sábado 7 de febrero tocaba
disfrutar de la noche del cine español. El maestro de ceremonias era el
archiconocido Dani Rovira y esa elección al final resultó ser premonitoria de
lo que luego pasó en la gala ya que lo cómico y lo andaluz fueron los
protagonistas de la noche. Empezamos.
Después de la desastrosa gala del año pasado, los organizadores de la de
este año se habían propuesto hacer las cosas de otra manera y, por eso,
decidieron contar con un valor seguro: Dani Rovira. ¿Y qué tal lo ha hecho Dani
Rovira? Pues, en mi opinión, ha ido de más a menos. Empezamos con el
correspondiente speech del
presentador, speech que duró casi
media hora y que ya nos anunciaba que en esta gala iba a tener mucha presencia
el “humor” (sí, entre comillas) y que todo iba a ser más largo de lo esperado. No
quería empezar con los palos tan pronto pero es que es imposible no hacerlo.
Estaba previsto que la gala de los Goya acabara sobre la 1 de la mañana
pero, finalmente, acabó a la 1.45 y los que aguantamos hasta esas horas lo
único que pedíamos es que acabara ese suplicio. La gala fue un auténtico
coñazo, alargada innecesariamente con intervenciones tan bochornosas como la de
Alex
O’Dogherty (no fue suficiente con la del año pasado, que este año tuvo
que volver a cantar), números cómicos sin gracia ninguna (después de tantas
horas de gala, pocas cosas hacen gracia), actuaciones musicales que nadie sabe
que pintaban en esta gala y, sobre todo, discursos de los galardonados que se
hacían eternos (qué me decís del de los productores de La Isla Mínima). El resultado
acabó siendo el dicho: un auténtico coñazo. Y por eso, aunque al principio
parecía que Dani Rovira no lo estaba haciendo mal, al final, cada vez que
lo veías aparecer y enrollarse un poco, te daban ganas de apagar la tele y
pasar de esa tortura de gala.
Luego, hay otra cosa que me llamó enormemente la atención, y es que, desde
el principio, quedó claro que en estos Goya la ideología y la política iban
a brillar por su ausencia. Si me lo permitís, aquí no me voy a detener mucho
más porque quiero dedicarle un artículo en solitario a este tema. Sólo os diré
que agradezco que la gala de ayer no estuviera tan politizada y que ya os
especificaré mis razones en esa otra entrada del blog.
Seguimos. Después de los palos, más palos. Ayer no dejamos de oír, una y
otra vez, que 2014 ha sido un año excelente para el cine español y,
personalmente, eché de menos que se le dieran más efusivamente las gracias a quien
que ha sido clave para que la recaudación en taquilla fuera tan buena el año
pasado: el público. Sin entrar en temas que voy a tratar en la otra entrada del
blog, aunque la gente del cine español se haya “olvidado” de que en este país
hay gente que lo está pasando muy mal por culpa de la crisis, la realidad es
que, para muchos, ir al cine es casi un lujo y, por eso, se debería valorar
enormemente que, aun así, los números de taquilla hayan sido tan buenos. Sí, el
Presidente
de la Academia dio las gracias en su discurso y Dani Rovira también, pero
lo mismo que otros años se ponían pesadísimos con la piratería, que menos que
ponerse igual de pesados dándole las gracias a la gente por hacer el esfuerzo
de ir al cine cuando la situación económica es tan mala. Pero nada, amigos,
parece que ayer había temas tabú en la gala. Eso o querían agradar a la
cantidad de políticos que había en las gradas, que ese también es un tema del
que hablar.
Y ya, voy a dejar los palos y centrarme en lo que realmente importa: los
premios. La gran vencedora de la noche fue La Isla Mínima con 10 Goyas
(mejor película, mejor director para Alberto Rodríguez, mejor actor
principal para Javier Gutiérrez, mejor guión original, ,mejor música, mejor
actriz revelación para Nerea Barros, mejor fotografía,
mejor dirección artística, mejor diseño de vestuario y mejor montaje). La
siguiente cinta con más galardones fue El Niño, que se llevó cuatro Goyas
(mejor canción, mejor sonido, mejores efectos especiales y mejor dirección de
producción). Completa el podio Ocho Apellidos Vascos con tres Goyas
(mejor actor revelación para Dani Rovira, mejor actor secundario
para Karra
Elejalde y mejor actriz secundaria para Carmen Machi). En el lado
contrario, Magical Girl que tan sólo se llevó el premio de mejor actriz
principal para Bárbara Lennie o Relatos Salvajes que se hizo con el
premio a la mejor película hispanoamericana. Ya sabéis que mi principal
favorita era La Isla Mínima así que me alegro de que haya sido la gran
triunfadora de la noche pero no sé si estoy totalmente conforme con que se haya llevado tantos premios. En general,
no soy muy partidaria de que una película arrase en una entrega de premios
porque eso suele suponer que cintas que tienen tanta o más calidad que ella, se
van para casa sin premio. Y es lo que ha pasado con Magical Girl, Relatos Salvajes o 10.000 Km, películas de las que todo el mundo habla y que ayer
se fueron casi de vacío de la gala. Pero ya sabemos cómo es esto de los premios
y, al final, es imposible dejar complacido a todo el mundo.
Repasando la lista de galardonados, creo que ha habido muy pocas sorpresas.
Ayer había gente sorprendida por los tres premios para Ocho Apellidos Vascos, a
mí, en cambio, me parecieron previsibles. Ojo, no digo que sean merecidos (que
seguramente, no lo sean) pero estaba bastante segura de que la película
artífice de la milagrosa recuperación del cine español iba a tener su premio y
así, de paso, una vez más el presentador de una gala se va a casa con un Goya
bajo el brazo. El resto de los premios, como digo, me parecen bastante
esperados aunque tengo que decir que me alegré enormemente por el de mejor
maquillaje y peluquería para Musarañas.
Sobre los discursos, creo que ya es hora de que tomen medidas para agilizar
la gala. No puede ser que suban tres personas a recoger un premio y que cada
uno de ellos suelte una parrafada porque así lo único que se consigue es que la
gala acabe durando casi una hora más. Aun así hubo discursos más o menos
emotivos y, en este aspecto me quedo con el de Karra Elejalde y el de Carmen
Machi, quienes recordaron a dos actores muy queridos que nos han dejado
recientemente: Álex Angulo y Amparo Baró. Pero, para discurso, el de Antonio Banderas cuando subió a
recoger el Goya de honor. Que sí que hay actores mejores en este país pero,
precisamente, Banderas volvió a demostrar lo grande que es gracias al
discurso para enmarcar que nos regaló. Es largo, sí, pero si tenéis oportunidad
de escucharlo íntegramente, no dudéis en hacerlo, porque hacía mucho tiempo que
no escuchaba un alegato de la cultura española tan bonito como el que hizo Antonio
Banderas en la gala de los Goya. Además, si no hubiera sido por
Antonio
Banderas, Pedro Almodóvar no habría asistido a la gala con lo cual nos
hubiéramos perdido ese momentazo en el que le dio en todos los morros al Ministro José Ignacio
Wert.
Otro momento que suele emocionar es el vídeo en el que se recuerda a la
gente del cine que ha muerto en el último año. Este año no me ha gustado la
música elegida para el vídeo, he oído que es de Paco de Lucía (corregidme si me
equivoco) y entiendo perfectamente la elección, pero creo que hubiera venido mejor
otro tipo de música. Lo que no cambia es lo de oír más aplausos cuando los que
aparecen en el vídeo son más famosos. Qué detalle tan feo el de ningunear a
unos profesionales en función de lo conocidos que eran.
Y para detalle feo, el que han vuelto a tener con los cortometrajistas.
Después de la polémica que se desató el año pasado con la manera en que se
entregaron los premios a los mejores cortos del año, este año hasta Enrique
González Macho aludió a ello en su discurso, diciendo que los cortos
son el futuro del cine español. Gran error del que le saco Giovanni
Maccelli, ganador del Goya al mejor corto de animación
por Juan y la Nube quien afirmó que los
cortos son el presente del cine español. Y lo de ponerlos a todos los nominados
juntos, sentados en unas sillitas y en el escenario, sobraba, porque su sitio
es en el patio de butacas con el resto de personalidades del cine porque ellos
y ellas y también los son y se merecen su paseíllo hasta el escenario igual que
el resto.
Y vamos acabando porque si no está crónica va a ser más larga que la gala
de los Goya. Los Goya 2015 fueron previsibles,
aburridos y largos, muy largos. Fue la gala en la que el mundo del cine dejó de
ser reivindicativo y la gala en la que abundaba la calidad con el permiso de lo
comercial. Fue la gala de La Isla Mínima pero también lo fue
de Ocho Apellidos Vascos y El Niño y fue la gala en la que
muchos y muchas se reconciliaron con el cine patrio. Empezamos un nuevo año de
cine y no sabemos lo que nos deparará, lo único que tenemos claro es que nos
queda un año para recuperarnos de este coñazo de gala y que deseamos con todas
nuestras fuerzas que la del año que viene no sea tan larga.
Me faltaron muchas por ver, pero creo que en general todo lo que se ha llevado La Isla Mínima era merecido.
ResponderEliminar@Ociopalabras
Lo de que los premios estuviesen más repartidos son cosas mías, que me da mucha cosa cuando algunas películas muy buenas se van para casa de vacio (una que es una sentimental).
EliminarPero, vamos, esto no es como cuando la que se lo lleva todo es la peor de las que estaba en liza, que La Isla Mínima se merece un puñado de premios porque es de lo mejor que vimos el año pasado.
Un saludo