Siempre he
sentido fascinación por las películas en las que un ser humano se transforma en
un monstruo. En realidad, es una mezcla de fascinación y pena casi a partes
iguales porque, casi siempre, la parte humana de la bestia aborrece los actos
que comete durante el tiempo en que el monstruo prevalece. Además, estas
películas suelen estar envueltas de un halo de fatalidad ya que incluso el
mismo protagonista sabe como va a acabar todo. Monster on the
campus no es, ni de lejos, la mejor película sobre hombres-monstruos. Ni
siquiera es la mejor película de su director, Jack Arnold, uno de los grandes
artesanos de la ciencia ficción, pero no deja de ser un buen ejemplo de lo que
se cocía en los (benditos) años 50.
Todo empieza con
la llegada de un celacanto (un pez que se creía extinguido)
a una universidad americanay, enseguida, empiezan a pasar cosas
extrañas que parecen estar relacionadas
con el pez, no tardando en producirse el primer asesinato. En principio, todo
parece apuntar hacia el profesor que está investigando el celacanto pero la policía
ve más factible que sea un maníaco sediento de sangre. Será el propio profesor
el que descubra la identidad del asesino y él único capaz de pararlo.
Monster on the campus destaca por la dosificación de la tensión a base de pequeñas pildoritas que nos van
llevando hacia un final totalmente esperado pero no por ello menos terrible, ya
que, aunque desde el principio sabemos la verdad sobre el asesino, es imposible
no sentir pena por él. Volvemos a lo que comentaba al principio, el sino de
estas películas de humanos-monstruos es acabar siempre de la misma manera
porque no pueden terminar de ningún otro modo: la redención no es posible, la
única salida es el sacrificio.
A destacar para
mal, los bichos que aparecen, que son el pez, una libélula gigante (que más bien
parece un mazacote de madera) y el monstruo, que parece un disfraz cutre de
baratillo aunque, también hay que decirlo, la transformación del hombre en bestia está bastante conseguida.
En resumen, no es
el mejor trabajo de Jack Arnold (volveremos a hablar de él, sin duda) pero es
una más que digna representante de lo que fue la sci-fi de los 50. Un consejo,
sed indulgentes con ella, la disfrutaréis más.
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