martes, 18 de agosto de 2020

El último tiburón (Enzo G. Castellari, 1981)


En múltiples ocasiones hemos hablado de que con Tiburón se abrió la veda del terror acuático. También hemos comentado en múltiples ocasiones que en los años inmediatamente posteriores al estreno de esta película, se sucedieron todo tipo de cintas que buscaron emular a la de Spielberg, con mayor o menor fortuna. Una de ellas es la que nos ocupa hoy, El Último Tiburón.
Una tranquila zona costera sufre el azote de un gran tiburón que atemorizará a todos los habitantes del lugar a causa de su desmedida sed de carne humana.

Si ya el argumento nos remite de inmediato a Tiburón, el hecho de que en España el título de la película fuera Tiburón 3 ya despeja las pocas dudas que podíamos tener previamente. De entrada ya os digo que a mi me parece mucho más divertida la italiana que la que se supone forma parte del universo Jaws.

Independientemente de que el plagio, en algunos momentos, es tan descarado que incluso hubo un juicio, ganado por Universal Pictures, la verdad es que, a medida que El Último Tiburón avanza, demuestra tener su propia personalidad. Vale que su personalidad es un poco de lo peor, pero yo no he dicho en ningún momento que estemos ante una buena película.

Porque no, no lo es. Estamos ante un claro ejemplo de cine de explotación italiano. Es una película que fusila sin piedad a otra anterior, plagada de sangre y vísceras, con un par de rostros conocidos a nivel internacional (normalmente, viejas glorias en el crepúsculo de su carrera cinematográfica), interpretaciones de tercera división y efectos especiales lamentables. Y sin embargo, tiene su aquel.

Y lo tiene porque, toca reconocerlo, nos encanta todo lo que huele a explotation. Porque su director es Enzo G. Castellari, un experto en estas lides. Porque vemos al malogrado Vic Morrow en uno de sus últimos papeles antes de su terrible muerte. Porque hay sangre y más sangre. Porque el político cretino de turno protagoniza la escena más “memorable” de la película. Porque ni siquiera el político cretino es el más cretino de la película ya que hay una especie de competición entre la mayoría de los personajes para ver cuál se merece morir el siguiente. Porque las muertes son ridículas. Y, mi favorita: porque el tiburón tiene una muerte totalmente inverosímil y gruñe. Sí, gruñe. Mucho.

No nos engañemos. El Último Tiburón no es para todo el mundo. Mientras que yo le recomendaría a cualquiera la de Spielberg, ésta sólo se la recomendaría a personas que devoran cualquier película protagonizada por bicharracos acuáticos con debilidad por las piernas de nadador. Es una película mala, cuyo principal objetivo es aprovecharse del éxito de la película del 75 para hacer algo de caja. Es un despropósito, pero un despropósito tremendamente divertido.

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