No es una regla universal pero una de las primeras señales de que estamos ante un bodrio es que una película llegue a la cartelera con mucho retraso. Ya os digo, de entrada, que este supuesto se confirma con Yo, Frankenstein, película que se ha estrenado esta semana en nuestro país con un retraso de seis meses.
Tiempo después de su creación, la criatura de Frankenstein, aún camina sobre la tierra. Sin saber muy bien porqué, se verá en medio de una guerra entre gárgolas y demonios, es decir, entre el bien y el mal, pero poco a poco irá descubriendo que él tiene la clave para salvar a la humanidad.
Por definir en que terreno nos movemos, podríamos decir que esta película sería una prima lejana de Underworld (Len Wiseman, 2003) y Van Helsing (Stephen Sommers, 2004). De la película de Wiseman toma el ambiente gótico y la lucha milenaria entre facciones que permanece oculta para los humanos y de la de Sommers lo delirante del argumento. Lamentablemente, la cosa no va más allá del mero parecido.
Y es que esta película es absolutamente infumable. Vamos a pasar por alto que el personaje de Aaron Eckhart tiene de criatura de Frankenstein lo mismo que yo de monja porque, como el guión se basa en una novela gráfica y no en el original de Mary Shelley, en cierto modo, pueden hacer lo que les de la gana. Pero es que la historia es insostenible y sin sentido. Los personajes se dedican a pasar de un escenario a otro, como en un videojuego, y todo son peleas y explosiones azules y rojas (los colores que aparecen al morir una gárgola o un demonio). Pero es que encima es aburrida y cuando la única pretensión de una película es ser palomitera, que menos que te entretenga.
Yo no la recomendaría ni como curiosidad, como mucho para echar una buena siesta ahora que el calor aprieta porque, de verdad, es aburrida, plana y totalmente insustancial. Nunca entenderé porque actores decentes, con una cierta entidad y en activo (como Bill Nighy, por ejemplo) se prestan a aparecer en películas de esta calaña pero cada uno sabrá como quiere manejar su carrera.
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