domingo, 14 de septiembre de 2014

The Wicker Man (Robin Hardy, 1973)



Algún día tendría que hacer un ranking con mis Dráculas favoritos pero, seguramente, sería una tarea titánica porque, entre Bela Lugosi y Christopher Lee, lo tendría muy complicado para elegir. Christopher Lee es un actor que me encanta y el hecho de que siga trabajando pasados los 90 sólo confirma que es un grande como pocos quedan ya. Y, precisamente, la película de esta entrada, The Wicker Man, es de las que han contribuido a forjar esa imagen tan mítica que tiene.


El sargento Howie (Edward Woodward), un policía de Scotland Yard, recibe una carta anónima en la que denuncian la desaparición de una niña. Decidido a descubrir el paradero de la chica, se traslada hasta la remota isla de Summerisle. A su llegada a la isla, el devoto policía se dará cuenta de que las cosas funcionan de otra manera en ese lugar y se escandalizará al ver como los habitantes de la isla reniegan de la fe cristiana mientras abrazan el culto pagano auspiciado por el líder local, Lord Summerisle (Christopher Lee).


The Wicker Man está considerada una película de culto casi inclasificable y estoy bastante de acuerdo con esa consideración. Toca una serie de temas controvertidos entre los que el principal es el ocultismo y la película está plagada de dobles sentidos y paradojas. En esencia, no es más que una variante de la contraposición bien/mal pero presentada de una manera un tanto compleja ya que es más fácil identificarse con los antagonistas que con el supuesto héroe. 


Lo que más llama la atención  de The Wicker Man es que es atmósfera pura. Desde que el personaje de Edward Woodward pone un pie en la isla es como si hubiéramos sido transportados a un lugar totalmente distinto a los que podamos haber conocido hasta la fecha. Las canciones, la belleza de Britt Ekland, las ceremonias paganas…todo ello nos embriaga de tal manera que sólo pensamos en dejarnos llevar y unirnos a la fiesta. Enlazando con este aspecto está el hecho que comentaba más arriba sobre que era más sencillo simpatizar con “los malos” porque son seductores y más abiertos de mente mientras que “el bueno”  nos lo presentan como un cretino maleducado e irrespetuoso con las creencias distintas a la suya. De este modo, es casi inevitable no caer subyugado por los encantos de la isla a pesar de que somos conscientes de que hay mucho más de lo que nos cuentan.  Incluso en el momento en que entramos en el clímax de la película, que es cuando empezamos a descubrir los secretos más ocultos de la isla (con Macguffin incluído) nos sentimos, aún más, sí es posible, atrapados por The Wicker Man. Somos conscientes de que lo que vemos es censurable pero nos da igual porque seguimos bajo el influjo del rito pagano de la isla de Summerisle.


Christopher Lee está enorme y nos ofrece una de sus mejores interpretaciones, no en vano, él mismo dice que The Wicker Man es una de sus películas favoritas, aunque, a nivel global, quienes más llaman la atención son las mujeres del reparto. Los personajes femeninos de esta película, entre los que destacan los papeles de Britt Ekland, Ingrid Pitt y Diane Cilento, son la viva imagen de lo que sugiere la isla. Son atractivas, seductoras y encantadoras pero esa apariencia tan agradable no evita que nos demos cuenta de que tienen un lado oscuro. Como claro ejemplo de lo que son capaces las mujeres de The Wicker Man destaca el sensual baile que Britt Ekland le dedica a Edward Woodward.


Creo que The Wicker Man es una gran película a la que el tiempo, poco a poco, va haciendo justicia. Hay varias versiones de la película e, incluso, recientemente se ha descubierto una más y todo esto, lo único que consigue, es darle un halo de misticismo a una película que, ya de por sí, tiene bastante de eso. Recomendable por completo.

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