domingo, 4 de mayo de 2014

Carmina y amén (Paco León, 2014)

En 2012, el actor Paco León sorprendió a propios y extraños con Carmina o revienta, su debut tras las cámaras y película gracias a la que conocimos a la irrepetible Carmina Barrios, protagonista del film y madre del director. El éxito de esta cinta fue sonado, por la película en si y por la manera de promoción elegida por el director, totalmente pionera en nuestro país. Dos años después,  podemos disfrutar de una nueva entrega sobre la vida, obra y milagros de Carmina gracias a Carmina y amén.

Tras la inesperada muerte de su marido, Carmina (Carmina Barrios) convence a su hija María (María León) para no dar parte a las autoridades hasta pasados dos días y así poder cobrar una paga extra que él tenía pendiente. Mientras tanto, tendrán que mantener oculto el cadaver y seguir con su vida normal en la barriada sevillana en la que habitan.

                                



Tomando todo tipo de precauciones porque su carrera como director acaba de empezar, os diré que veo en el cine de Paco León algunos de los elementos que hicieron tan único el cine ochentero de Pedro Almodovar. La verdad es que cualquiera de los personajes de esta Carmina y Amén podrían haber salido en una película del manchego ya que el universo de frikis que puebla esta película es digno de ello. Todos los personajes que salen en la cinta tienen "su aquel", no se libra ni uno, y, para muestra, la escena del velatorio de la que destaca el momento en que uno de los asistentes al velatorio (el padre del propio Paco León) pronuncia una frase absolutamente mítica: "Se está muriendo gente que no se ha muerto nunca".


Este aire almodovaresco se entremezcla con una contundente denuncia social. Desde Bárcenas, que también acaba "encarcelado", hasta la monarquía y su annus horribilis, aquí hay para todos, pero  siempre con humor y mala leche porque la moraleja de Carmina no es que al mal tiempo haya que ponerle buena cara, sino, más bien, cruzársela hasta que la situación sea más beneficiosa.

Pero no os equivoquéis, Carmina y Amén no es una comedia sin más. Aunque tiene momentos absolutamente desternillantes como el gag de la moto, que es magistral, tiene un poso de amargura constante que, en mi opinión, humaniza a los personajes y le da un aspecto más cotidiano. La vida en el bloque de Carmina no es muy distinta a la de cualquier bloque de cualquier barrio humilde, quizá los personajes sean algo exagerados pero hay personajes como el de la vecina que tiene un hijo minusvalido con los que es imposible no empatizar.


A mi me ha gustado, es una historia agridulce y humana, con unos personajes creibles que viven como viven porque es lo que hay y no queda otra que pelear día a día. La mala noticia es que todo apunta a que es la última entrega de la saga de Carmina o al menos eso ha dejado ver Paco León. Una pena, porque, en el fondo, es imposible no cogerle cariño a esos personajes.


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