viernes, 28 de noviembre de 2014

Perdición (Billy Wilder, 1944)




Cuando en 1994 Fernando Trueba recibió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa por Belle Époque y, en su discurso de agradecimiento,  vino a decir que Billy Wilder era Dios, yo ya conocía a Billy Wilder pero no tenía muy claro si era digno de semejante halago. Con el paso del tiempo, he ido dándome cuenta de que Trueba no pudo estar más acertado esa noche y que, incluso, se pudo quedar corto. Billy Wilder fue un genio y muchas de sus películas deberían ser de obligado visionado para cualquiera que se considere “cinéfilo” o “amante del cine” porque sin ver películas como El Crepúsculo de los Dioses o Perdición, la visión que alguien pueda tener de la historia del cine es absolutamente incompleta.


La vida de Walter Neff (Fred MacMurray), un agente de seguros de Los Ángeles, cambia el día que llega a la casa de un cliente y conoce a su mujer, Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck). Desde que la ve, cae rendido a sus pies, de tal manera que no tardarán en urdir juntos un plan para deshacerse del marido de Phyllis y, de paso, cobrar una sustanciosa indemnización.


Perdición es cine negro de manual, no en vano, a esta película se la considera como uno de los mejores ejemplos de este género en los años 40 gracias, también, a la interpretación de Barbara Stanwyck, cuya femme fatale sirvió de referencia para muchas otras que vinieron después.

Quiero detenerme en este punto y  centrarme en el concepto de la femme fatale. Aprovechando que el 25 de Noviembre se ha conmemorado  el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, quiero dejar mi reflexión sobre la importancia que tiene el cine en la elaboración de la imagen que se tiene de las mujeres y, ya que he visto una película en la que aparece uno de los prototipos femeninos más repetidos en el cine, me voy a servir de él para hacerlo. 


Una femme fatale es una mujer que se sirve de su sexualidad para embaucar a los hombres y hacer con ellos lo que le plazca. La femme fatale tradicional suele ser seductora, fría, calculadora y, sobre todo, muy inteligente, y nos la suelen presentar en contraposición a otra mujer, quien, además de ser también hermosa pero sin el halo sexual que envuelve a la femme fatale, es dulce, afectiva y suele depender de un hombre. No deja de ser curioso que este tipo de estereotipaciones tan dañinas para la mujer hayan estado vigentes, masivamente, hasta hace cuatro días y que, aún hoy, no sea raro encontrarlas (no es habitual pero ocurre). Soy consciente de que estamos hablando de una ficción, pero el cine, como arte que es, no es más que un reflejo de la sociedad en la que se gesta esa manifestación artística y lo que no entiendo es porque mucha gente se rasga las vestiduras viendo El Nacimiento de una nación porque piensan que es racista (que lo es) y, sin embargo, no dicen que la inmensa mayoría del cine clásico es machista. Sí, eran otros tiempos y, por suerte, las mentalidades han ido cambiando pero no puedo evitar pensar que el que ciertos estereotipos se nos hayan grabado a fuego es, en parte, por culpa del cine.

No me malinterpretéis, voy a seguir viendo este tipo de cine siempre porque me encanta el cine clásico, adoro el cine negro y me fascina el concepto de la femme fatale. Lo que me fastidia es el trasfondo que había detrás, el hecho de que se pretenda adoctrinar diciendo que si una mujer es inteligente e independiente, es mala. Pero, como digo, eran otros tiempos y, por suerte, la mayoría de la gente ahora no opina que las mujeres inteligentes e independientes sean peligrosas. Y si alguien lo opina, ajo y agua.


Sé que os acabo de soltar un rollazo pero, por una serie de cuestiones, estoy especialmente sensibilizada con estos temas y me apetecía hablar de ello. Además, lo bueno de dedicarte a criticar y analizar películas es que puedes hacerlo desde cualquier punto de vista y, a mí, hoy me pedía el cuerpo hacerlo desde una vertiente más reivindicativa.

Dicho esto, vamos con Perdición. Creo que una de las cosas que más me gustan de esta película es el recurso de hacer que sea el propio protagonista el que ejerza de narrador. Billy Wilder volverá a utilizarlo unos años después en esa obra maestra llamada El Crepúsculo de los Dioses, película que, además, tiene un tono muy similar a Perdición. No es la primera vez que hablamos en el blog de películas que son narradas por sus propios protagonistas. Sin ir más lejos, en Rebeca pasa lo mismo, y, aunque hay gente que considera que este recurso es un error porque da más datos del final de los que debería, a mí, me parece un acierto precisamente por eso. Hay películas que se guardan la artillería pesada para el final, recurriendo a efectismos o giros de guión para conseguir que el espectador se vaya para su casa alucinando con la película que acaba de ver, pero hay otras que consideran más importante el desarrollo que el final hasta el punto que te cuentan como acaba la historia desde un principio para que puedas disfrutar del viaje sin preguntar todo el rato cuando vamos a llegar. La cuestión es que hay que ser tan grande como Wilder o Hitchcock para conseguir que esta manera de narrar funcione.


La pareja protagonista la componen Fred MacMurray y Barbara Stanwyck. MacMurray siempre me ha parecido un actor un poco taciturno y no especialmente brillante. Cuando digo poco brillante, no sólo me refiero a que a nivel interpretativo no me parece nada del otro mundo sino que, además, es de los que no destacan, vamos, que no te llama la atención cuando está en pantalla, pero, en este caso, estas cualidades (o la ausencia de ellas) han sido muy beneficiosas para la película ya que, de lo que se trataba, era de que Barbara Stanwyck se lo comiese con patatas. Y vaya si lo hace. Especialmente estimulante es la presencia de Edward G. Robinson. La verdad es que casi parece un crimen hacer un buen noir sin él, así que no podía faltar en un título tan importante como Perdición.

No sé si con mi crítica reivindicativa os habrán dado ganas de ver esta película pero, si no lo he conseguido, pensad que estamos hablando de Billy Wilder el director de Días sin huella, La Tentación vive arriba o El Apartamento. Creo que con eso ya está todo dicho.

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